FRENADESO Panamá
Fecha Domingo, 30 agosto a las 08:44:09
Tema Frenadeso Nacionales


Panamá: El que siembra vientos, cosecha tempestades

 

 

 

 

 

 

 

 



Panamá: El que siembra vientos, cosecha tempestades

El caso del Instituto Nacional

 

Hay una máxima que reza que “es mejor un culpable libre que un inocente preso”. En Panamá, esto no tiene ningún sentido, como tampoco lo tiene el principio de la presunción de inocencia, pues aquí se aplica caprichosamente la prisión preventiva.

El caso de los institutores presos es dramático en ese contexto. Diez jóvenes guardan prisión, tres en la DIJ y siete en el Centro de Cumplimiento de Menores de Tocumen.

Fueron sacados a patadas de su hogares por policías, alejados de sus seres queridos, sin mediar prueba contundente alguna, tras los lamentables hechos que se dieron en el glorioso Nido de Águilas.

No aplaudimos los actos de violencia en el Instituto Nacional, por el contrario, exigimos una investigación seria de quiénes realmente los dirigieron, es decir, de quiénes estaban detrás de una acción inconsulta al movimiento estudiantil y de sus propósitos reales que, como hecho fortuito, casi cobra la vida de un profesor ejemplar, de un aguilucho de toda la vida, de un dirigente gremial de ASOPROF, luchador social miembro de FRENADESO y FAD, perseguido políticamente tantas veces en el pasado, querido por sus estudiantes y defensor del movimiento estudiantil, Arturo Adames, y de una joven aguilucha, casi una niña todavía.

Pero arrestar a estudiantes por el delito (no comprobado) de encapucharse y acusarlos de terroristas es una violación flagrante de los derechos humanos y, en la mayoría de estos casos, de los derechos del menor.

Incluso, algunos de los arrestados participaron el día previo a los hechos que se les sanciona en la conferencia de prensa realizada por el Frente Estudiantil Revolucionario (FER-29) denunciando el video de “encapuchados” amenazando que circuló ampliamente por los medios de comunicación, redes sociales y WhatsApp. Algunos estudiantes fueron arrestados por el solo hecho de albergar en sus computadoras o teléfonos móviles dicho video. De ser esto una prueba por si sola, hoy decenas de miles de panameños estarían en prisión.

Han transcurrido casi dos meses y los estudiantes, sin existir prueba alguna, ni haber sido investigados ni sancionados por ninguna comisión de disciplina del colegio, siguen detenidos. Pueden perder no solo este año escolar, sino el próximo, toda vez que estarían presos, al menos, los nueve meses que duren las investigaciones del Ministerio Público.

¿”Terroristas” o “herejes”?

Sus padres viven una situación angustiosa. Solo pueden verlos una vez cada quince días, sus hijos esposados de manos y pies. Ellos, en su mayoría, que no son estudiantes con fracasos, que pertenecen a varias agrupaciones cívicas, les han sido arrebatados. No comprenden siquiera qué ha pasado. Nadie se les acercaba ni siquiera hablaba con ellos.

Los grandes medios de comunicación los condenaron y los presentaron como terroristas y, en una campaña de manipulación, hicieron despertar la ira y las bajas pasiones de una parte de la población que tiende a actuar de manera irracional, sin capacidad de reflexión, como lo hacían cuando en el pasado se llevaban a las brujas a las hogueras o la Inquisición condenaba, torturaba y asesinaba a inocentes acusados de herejes.

Tampoco entienden cómo el presidente del país entrega 50 balboas semanales a pandilleros confesos y encierra en jaulas a sus hijos por un cargo, “terrorismo”, que en el caso de los mayores de edad puede significar una pena de 30 años de prisión y, en el de los menores, 12 años.

Hoy sabemos que los jóvenes están en prisión por decisión del presidente. Su esposa, incluso, en un intercambio por las redes sociales con FRENADESO admitió tener acceso a expedientes fiscales y dice que aprueba el encarcelamiento de los jóvenes porque “Amenazaron de muerte al padre de mis hijos”.

La primera dama tiene sus sentimientos, y eso debe respetarse. Pero que la pareja presidencial actúe con esa carga sentimental para ensañarse contra jóvenes no puede aceptarse de ninguna manera. Ellos no son ciudadanos como el resto y la intromisión en los mecanismos de Justicia por parte del Ejecutivo es inadmisible e inconstitucional. ¿Qué dice de ello la procuradora Kenia Porcell?

Dada la situación de crisis moral y de corrupción que envuelve el sistema penitenciario nacional, estos jóvenes corren el riesgo, en el mejor de los casos, de graduarse como delincuentes, si no padecen primero vejámenes que todos sabemos, o de ser recluidos en una cárcel tipo Guantánamo como la de la isla de Punta Coco, o de llegar a ser ejecutados, como viene ocurriendo últimamente, cada semana, en las mazmorras panameñas.

Con esta acción de ensañamiento y campañas contra estudiantes, se pretende ocultar la incompetencia de las autoridades en atender los graves problemas que padece la educación, el estado deplorable en que se encuentran las escuelas públicas, la política sistemática de prohibir el derecho de los estudiantes a organizarse y en este caso de proscribir la Asociación Federada del Instituto Nacional (AFIN) y agrupaciones como el FER-29.

Se busca acallar la voz de la juventud rebelde, acuartelar los planteles educativos, convertirlos en prisión y rendirle pleitesía al instituto armado que reprime al pueblo. No es casual que luego de los incidentes la rectora del Instituto Nacional llevara a un grupo de estudiantes a un desfile al cuartel central de la Policía Nacional.

Pero, además, la política contra los institutores no es un hecho aislado. Se inscribe dentro de una política general de criminalización de la protesta social. Por ello la represión y detención de estudiantes universitarios de la Facultad de Ciencias Agropecuarias, puestos a órdenes de la Fiscalía Auxiliar, todos ellos arrestados sin prueba alguna solo para cumplir con las amenazas previas del señor Presidente. O lo ocurrido en Colón cuando unidades aeronavales se introdujeron dentro del Centro Regional Universitario en medio de las justas protestas estudiantiles.

El daño está hecho y habrá que ayudar a los jóvenes encarcelados a superar el trauma causado por la intolerancia de los que nos gobiernan. De la misma manera que se requiere solidaridad para nuestro compañero profesor y la estudiante, víctimas de serias quemaduras. La familia institutora siempre ha sido capaz de superar trances difíciles y de unirse en la adversidad.

Esa combinación de incapacidad para atender los graves problemas de las grandes mayorías, el fanatismo religioso del Opus Dei y el influenciarse por caprichos personales y resentimientos para adoptar decisiones de esta naturaleza, es sumamente peligrosa.

El futuro es incierto, porque el que siembra vientos, cosecha tempestades.

 

 

 









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