Son reconocidos por su frecuentes charlas en cafetines, por su presencia en tertulias y talleres sobre la “unidad de la izquierda”, por sus escritos llenos de frustraciones y de ataques contra los luchadores sociales, por sus visitas frecuentes a embajadas de países con gobiernos progresistas de donde luego salen a unirse en marchas a los sectores más rabiosos de la derecha, los mismos que apoyan las más aviesas campañas contra los pueblos de la Patria Grande. Esas desviaciones ideológicas, ese oportunismo, esa traición a los principios revolucionarios dicen que es hacer uso del método dialéctico.

Igual que esos fanáticos que nunca pisaron una cancha de fútbol ni nunca subieron a un tinglado y se creen expertos en la materia, “hay que jugar así o asá”, “hay que golpear arriba o abajo”, “hay que cambiar a tal o cual jugador”, “tal boxeador se debe retirar”, “hay que botar al director o al entrenador”, etc., estos personajes que nunca han organizado nada, que han estado lejos del fragor del combate pero muy cerca del refrigerador, que no han sabido de persecuciones, desvelos ni sacrificios, se creen con derecho a cuestionar a quienes día tras día combaten el sistema imperante con todos los riesgos que ello conlleva, que buscan construirle una alternativa política propia al pueblo y propugnan una asamblea constituyente originaria con plenos poderes. En sus ofuscaciones por ser protagonistas, los insultan: “tienen secuestrado al movimiento popular”, “son unos arrogantes”, “solo sacaron tantos votos en las elecciones (esas elecciones donde ellos votaron por candidatos burgueses en vez de por el candidato obrero, como si la fuerza de los movimientos populares y sociales que tienen una historia escrita con sangre ahora se midiera con votos de elecciones burguesas desiguales, fraudulentas y corruptas)”.

Ven los toros desde la barrera. Entonces, cuando miras a las gradas, allí los ves, confundidos, dentro de la hinchada de la derecha.